Aporte de Maria del Rosario Muñoz.
Miré al cielo hoy y me transporté al 21 de mayo de 1986, la familia te esperaba ansiosa, un maravilloso día, sentimos la emoción de haber llegado a la meta triunfadores. Estábamos completos, la niña de la casa. No imaginamos la desbordante personalidad, la pasión y el amor que nos profesaste durante los 22 años de tu presencia en esta dimensión. Viniste a este mundo a enseñarnos muchas cosas que hoy, después de 3167 días, sin tu presencia a este lado se la vida, tenemos tan presente. Todavía las lágrimas se asoman, todavía existe la nostalgia, pero en tu honor he decidido seguir viviendo para que trascienda tu memoria…. NATHALIE. Te llevaré por siempre en mi corazón.
La mamá
A Nathalie. En su cumpleaños número 25:
Primavera. Fue sorprendente darse cuenta que tan profundamente se puede desear ver nuevamente colores en los árboles, gente en los parques y a las abejas haciendo su arduo trabajo de polinización para embellecer el mundo nuevamente. Naturalmente tú tenías que cumplir años en esta época. Todo alrededor me evoca tu belleza. Tenía que ser en primavera que celebramos tu llegada a este mundo que al final se quedó pequeño ante tu abrumadora presencia.
No me interesaban las flores antes, mucho menos los colores o la quietud de un día soleado bajo la sombra de un árbol. No me interesaban los pájaros ni las famosas abejas. Creo que de hecho no me interesaban mucho las cosas sencillas que nos da la vida, esas que a su vez son las más espectaculares porque su sencillez es solo una fachada de una extrema complejidad de sinfónica armonía de un mundo que aún no entendemos. Gracias por haberme enseñada a valorarlas. Aunque ya te lo he dicho mil veces en nuestros sueños, cada vez que nos encontramos de forma religiosa en “no se donde”, allá en las profundidades de mi subconsciente, quería decírtelo otra vez y que ahora todos lo escucharan.
Ya el invierno pasó. Nos arrasó con su poderoso golpe de viento helado a melancolía. Un golpe del que no pudimos escapar, que nos dejó huellas imborrables, cicatrices y miedos que se vislumbran con perspectivas de largo plazo. Pero recuerda que ese invierno fue la cuna de esta primavera, que me da permiso de tomar las flores que me recuerdan a ti y guardártelas hasta nuestro nuevo encuentro.
Ahora que te las entrego te acercas a mí y me dices con vocecita de niña aventajada: “Gracias hermanito”. Es increíble escuchar tan claramente tu voz, tan cercana y limpia como siempre, sorprendiéndome con detalles inesperados llenos de esa conexión que solo yo y tú teníamos, y que solo yo y tú pudimos entender, muy a nuestra manera.
Hoy más que nunca te veo en todas partes. Existe una buena razón para explicarlo, que no es nada más que el impulso que me diste de ir tras mis sueños que ahora son también los tuyos. ES curioso, ahora mis amigos pudieron haber sido los tuyos. Todos son de una edad cercana a la tuya. Todos confirman que vamos juntos por ese camino que me muestras en el sueño que ahora juntos vivimos.
En este día quiero celebrar con esos regalos que tú me has dado. En este día quiero llevarte a comer la hamburguesa que te quedé debiendo, después de las flores eso sí, después de un beso y un “gracias hermanito”. Entonces volveré a mi camino, haré mi tarea y esperaré a nuestro próximo encuentro para seguirte dedicando mi vida entera.
Tu hermanito,
Johann.
Núremberg, Alemania, 21 de Mayo de 2011.
Envía Maria del Rosario Muñoz.