Luis Fernando Cordero V, papá de Nathalíe, presenta sus tres cartas: A la muerte, al amor, al tiempo.

Bogotá, agosto 10 de 2.024

Carta a la muerte

Antes de que tocaras la puerta de mi vida y te llevaras a mi hija Nathalie, te veía como un personaje lejano, una sombra que merodeaba en los lados de mi existencia, afectando a otros, pero nunca a los míos. Pensaba que mi familia estaba honrada con una suerte única, inmunes a tu toque frío y definitivo. Pero tú visita en septiembre de 2008, exactamente el día 18, cambió todo, retirando esas creencias profundas y equivocadas y obligándome a enfrentar una realidad que había intentado ignorar.

La enfermedad y eventual fallecimiento de mi querida Nathalie me forzaron a mirar de frente lo que siempre había temido. La inminencia de su muerte rompió mis antiguas percepciones, esas que dictaban que solo los viejos te encontraban y que los jóvenes, si lo hacían, era como castigo por algún error. Nathalie era joven, llena de vida y sueños, y su muerte me dejó una herida profunda y un sinfín de preguntas.

A través de este proceso doloroso, aprendí que tú nos recuerdas la fragilidad y finitud de nuestra existencia. Nos invitas a valorar cada momento y a vivir con intensidad y propósito, sabiendo que nuestro tiempo aquí es limitado. Este aprendizaje me ha otorgado una tranquilidad nueva, una paz que viene de aceptar lo inevitable y de comprender que tú no discriminas por edad o circunstancia.

Sin embargo, en medio del dolor, del duelo y del sufrimiento, encontré una nueva forma de relacionarme contigo. Tu presencia constante me enseñó que eres una parte integral de la vida, no un castigo, sino una certeza que todos debemos enfrentar. Comprendí que aferrarse a la idea de la inmortalidad solo trae sufrimiento, mientras que aceptar la finitud de nuestra existencia puede liberar y transformar.

A través de este proceso de duelo, he aprendido valiosas lecciones:

.- He aprendido la importancia del presente, del aquí y el ahora.

.-He aprendido a vivir con más intensidad, a amar profundamente, a apreciar las alegrías cotidianas.

.- He aprendido a recordar a Nathalie con mucho amor, a recordar que así como ella murió, yo también moriré.

.- He aprendido que Nathalie no está físicamente, pero sus recuerdos, su legado, su amor, permanecerán hasta mi muerte y más allá.

.- He aprendido que la verdadera manera de honrar a los que han muerto es vivir plenamente, con amor y gratitud cada día.

.- He aprendido que no eres un final absoluto, sino una etapa de transformación para los que seguimos viviendo.

.- He aprendido a no tenerte miedo o resentimiento, sino a considerarte como un maestro que me enseña a vivir plenamente.

He aprendido a considerarte una oportunidad.

Con sinceridad,

Luis Fernando Cordero V

Bogotá, agosto 10 de 2024

Carta al Amor

Hoy te escribo con el corazón en la mano, desde lo más profundo de mí ser, intentando comprender cómo has cambiado en mi vida después de la muerte de mi querida hija.

Antes de su muerte, Amor, era una presencia constante y, a veces, casi inadvertida. Te veía en los pequeños gestos cotidianos: en la sonrisa de Nathalie, en las risas compartidas, en su risa contagiosa, en los abrazos cálidos y en las miradas llenas de complicidad. Estabas en cada consejo que le daba, en las polémicas que nos enfrentaban, en cada preocupación por su bienestar y en la alegría de verla crecer y vivir su vida con tanta pasión y energía.

Amor, antes de su muerte, era también un refugio, una fuerza que me mantenía en pie durante los días difíciles. Aunque la enfermedad de Nathalie fue un golpe devastador, mi amor por ella me dio la fortaleza para acompañarla en cada paso del camino, para luchar junto a ella y para compartir su dolor y sus esperanzas.

Pero ahora, Amor, todo es diferente. Nathalie ya no está, y me enfrento a un vacío inmenso, pero el amor que tengo por ella no ha desaparecido, solo se ha transformado. Es un amor que a veces duele, pero también es un amor que me recuerda la belleza de haberla tenido en mi vida, aunque fuera por solo veintidós años.

Amor, sé que seguirás siendo mi compañero en este viaje, que he bautizado como mi proceso de resignificarte. Sé que seguirás mostrándome que, incluso en los momentos más difíciles, hay belleza, bienestar y bondad en el mundo. En este proceso de duelo, me has enseñado que tú no desapareces con la muerte, sino que te transformas. Y claro, te he encontrado en los recuerdos que guardo con tanto cariño, en las lágrimas que derramo y en las lágrimas que derraman tantos padres y madres que han sido mis compañeros de viaje, y sobre todo, en la esperanza de que su espíritu y su recuerdo siguen vivos.

He descubierto que el amor en el duelo es más profundo, más complejo. Es un amor que duele, pero también es un amor que sana. Es un amor que me ha enseñado a ser más fuerte, más resiliente. Me has demostrado que, aunque Nathalie ya no esté físicamente aquí, mi amor por ella sigue siendo muy fuerte.

Y mira Amor, te comparto mis amores…

Mi esposa María del Rosario, con quien he vivido muchas cosas hermosas.

Mi hija Nathalie, como un recuerdo vivo y resiliente.

Mis seis nietos quienes son otra perspectiva en mi vida.

Toda mi familia compuesta por esposa, hijos, nietos, nueras, hermanos…

Mi empresa Barbarella como muestra de otro de mis sueños.

La Fundación Lazos como testigo de mis lágrimas y hacedora de mi nuevo camino.

Gracias, Amor, por seguir siendo mi guía en este camino de búsqueda..

Luis Fernando Cordero V.

Bogotá, agosto 10 de 2024

Carta al Tiempo

Hoy te escribo con una mezcla de tristeza y gratitud, tratando de comprender cómo ha cambiado mí antes y mi después, a raíz de la muerte de mi querida hija Nathalie. Te veo a través de dos lentes: el tiempo cronológico, que marca los días, meses y años, y el tiempo vivencial, que mide la intensidad de nuestras experiencias y emociones.

Antes de la muerte de Nathalie, Tiempo, eras una constante fluida y predecible. Medías mis días en función de las rutinas diarias, los cumpleaños, las estaciones y los hitos familiares. El tiempo cronológico marcaba el ritmo de la vida de Nathalie y la mía. Cada día parecía estar lleno de posibilidades y expectativas. Te veía en los días escolares, en las vacaciones familiares y en los pequeños momentos cotidianos que compartíamos. Te vivimos con la certeza de un futuro por delante, lleno de sueños y metas por cumplir.

El tiempo vivencial, en esos días, estaba lleno de alegría, amor y aprendizaje. Cada momento con Nathalie era un regalo, una oportunidad para estrechar nuestros lazos y crear recuerdos. Aunque no siempre eras perfecto, los momentos difíciles también formaban parte de esta experiencia enriquecedora y compartida.

Pero ahora, Tiempo, todo es diferente. Nathalie ya no está, y tu paso se siente a veces como una carga pesada, otras como un vacío inmenso. El tiempo cronológico continúa avanzando implacablemente, marcando los días desde su muerte. Las fechas que antes esperábamos con ilusión ahora son recordatorios dolorosos de su ausencia, pero también recordatorios del homenaje que nunca falta.  

El tiempo vivencial, por otro lado, ha adquirido una nueva profundidad y significado. En medio de este dolor, he aprendido a valorar cada instante de una manera que antes no comprendía. Cada recuerdo con Nathalie se ha vuelto precioso, cada pequeño detalle una alegría de inestimable valor. He descubierto que el tiempo no es solo una medida de duración, sino también de intensidad y acción.

En este proceso de duelo, Tiempo, me ha enseñado que no desapareces con la muerte, sino que te transformas. He aprendido a encontrar belleza y consuelo en los recuerdos, a sentir la presencia de Nathalie en cada momento significativo que compartimos.

He descubierto que, aunque el tiempo cronológico siga avanzando, el tiempo vivencial puede permanecer suspendido en esos momentos especiales que compartí con Nathalie. Aunque ya no esté físicamente, su espíritu y su recuerdo siguen vivos en mi corazón, y el tiempo que pasamos juntos continúa siendo una fuente de amor y esperanza.

Gracias, Tiempo, por enseñarme tantas cosas, en especial a entender que el tiempo es vida. . A considerarte como un regalo que debo desmenuzar, valorar, aprovechar porque eres lo único que no se recupera y por lo tanto, debemos utilizarlo como ese valor que eres. Ahora comprendo que eres extenso para los jóvenes y fugaz para los mayores.

Gracias Tiempo Cronológico: Por permitirme medir-

Gracias tiempo vivencial: Por permitirme vivir.

 

Luis Fernando Cordero V.