Bogotá, 19 de Agosto de 2024
Al amor:
Todo el tiempo siento que nos fallamos… Me fallaste cuando abandonaste mi matrimonio, cuando dejaste de ser el pilar de mi relación con mi esposo y yo te fallé cuando no fui lo suficientemente amorosa con ellos, con mi esposo, con mis hijos y sobretodo con mi Mafe, cuando muchas veces fui fría con ella a pesar de amarla con todo mi corazón.
Me engañaste cuando me hiciste creer que con el amor infinito que le tenía a mi hija iba a poder salvarla, creí ciegamente que mi amor de madre, ¡el más poderoso de todos!, iba a ser suficiente para que ella decidiera quedarse y seguir luchando, pero me mentiste, el amor no salva, mi amor con todo y lo poderoso que era, no la salvó.
No te odio, porque sé que nos fallamos mutuamente, me siento reconciliada contigo porque sé que eres la única razón que me mantiene viva, gracias a ti tomé la decisión de quedarme y seguir luchando por mis hijos y por lo que queda de mi familia. Gracias a ti, mi hija vive, porque a través de ti ella permanece y tengo una razón para trabajar todos los días en el objetivo de resignificar su partida terrenal.
Me despido con la esperanza de que retomes las riendas de mi casa y fortalezcas mi corazón para renacer en la mejor versión de esposa y madre que hasta ahora no he podido ser.
Al tiempo
Tan eterno y a la vez tan efímero e insuficiente. Tiempo malgastado, incomprendido, anhelado y a la vez repudiado… Te atesoro en la oportunidad que tuve de tenerla más de 15 años conmigo, te anhelo en los momentos que ya no podrán ser porque ella ya nunca va estar aquí para abrazarla, para tocar sus manitos, escuchar su risa y sentir latir su corazón. Te repudio en todo lo perdido, en las oportunidades que perdió de ser la mujer hermosa y próspera en la que se iba a convertir. En el grado del colegio, en el viaje de intercambio, en su ingreso a la universidad, su matrimonio, sus hijos y en toda la vida que tenía por delante.
Ahora te respeto y te doy la relevancia que mereces, te comparto con mis hijos, con mi familia, te aprovecho en todo aquello que me hace feliz y me ayuda a crecer.
Por último, te espero y confío en que pases en tus términos y que en lo poco o mucho que me des, pueda ser un apoyo para quienes me necesiten, que logre dejar semillas que germinen y produzcan bondad y amor en quienes me rodean, hasta que llegue ese día en que nos volvamos a encontrar mi pajarito colibrí y yo…Cuánto anhelo ese día.
A la muerte
Temida muerte, eres castigadora de soberbios. Te veía verdadera pero distante. Yo era de los que pensaba que tienes que llegarle a todos (pero no a mí, no a mis seres queridos), tenía una idea absurda y arrogante de que, por alguna razón, conmigo no te ibas a meter. Seguramente te reías escuchando semejantes “reflexiones”, hasta que decidiste demostrar tu poder devastador.
Te llevaste primero a mi abuelita, quien realmente fue mi madre, la que me crió y me hizo quien soy, a quien yo veía tan fuerte, tan inmortal y terminó siendo tan frágil y delicada que no pudo soportar los retos de la enfermedad. Luego a mi abuelo, el pilar de la familia, el soporte, el ejemplo, el que todo lo entregaba. Yo, resiliente y comprensiva, pensaba: Está bien, así debe ser, es el ciclo de la vida y ellos tuvieron una muy buena. Entonces te convertiste en pandemia y decidiste llevarte al más querido de mis tíos, al que fue muchas veces el padre que no tuve, tan alegre, tan iluminado; y pensé: Es temprano, pero tuvo que pasar, era una enfermedad tan difícil de combatir y con dolor, acepté.
Pero entonces, seguramente pensando que yo aún no tenía clara tu magnitud, te llevaste a mi bebé, a mi princesa, de una manera tan cruel, tan trágica, no sé si la peor de todas. Ya no podía decir que te entendía o que tenía que pasar, porque era mi niña, solo tenía 15 añitos, no era justo. Se me acabó lo comprensiva lo fuerte, lo racional. Solo tenía reproches… ¡No es justo!, mi niña era buena, dulce, ¡era tan amada! ¿Por qué tenía que enfermarse de eso?, ¿Depresión?, ¿Cómo se luchaba contra eso? Yo no lo tenía claro, pero hoy sé que era una pelea perdida. Cuando me informaron de sus ideas suicidas, rogué por ese trueque que tú nunca haces: llévame a mí, dale a ella la oportunidad, ella tiene mucho más que ofrecer que yo, ¡Por favor! ¡Te lo suplico!
Pero no, tu no haces esos cambios, por una razón que yo tal vez nunca entienda, era ella y solo ella quien tenía que irse contigo.
Ahora ya te miro con humildad, con respeto. Ahora temo por mis hijos, por la familia que me queda, porque sé que allí sigues, expectante e implacable.
Sé que vendrás por mí también y ahora, aunque te anhelo, solo espero que llegues cuando mi partida sea oportuna y no lastime a quienes me necesitan. Ojalá pudiera despedirme y decirte adiós, pero no puedo, así que solo te diré, hasta pronto, hasta cuando quieras.
Mónica Sánchez mamá de María Fernanda. 14 de noviembre de 2007 -30 septiembre de 2023